Octava Entrega de la Serie: LA ESENCIA DE LA ESTRATEGIA
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La Batalla de Gaugamela aconteció en el año 331 AC, y en ella se enfrentaron los dos ejércitos más poderosos de la época: por una parte, el ejército persa de Darío II y, por la otra, el ejército macedonio de Alejandro Magno. A la sazón, Alejandro transitaba una interminable carrera de triunfos y conquistas, al ritmo de crear el imperio más grande de la época. En Gaugamela, los dos titanes se enfrentarían en una batalla definitiva que marcaría el curso de la historia.
Darío se instaló en Gaugamela, y se preparó para defender su posición. La selección del terreno para la batalla obedeció a que su orografía, una amplia planicie, favorecía ampliamente a su ejército, en particular a sus tropas montadas, pilar de sus estrategias. No solamente se preparó el persa seleccionando el lugar de batalla, sino que lo preparó aún más a sus propósitos y de acuerdo con su estrategia y con la configuración de su ejército, acondicionando e incluso nivelando el terreno.
Esto planteaba un reto para Alejandro, pues su modelo de maniobras de batalla no le iba a ser el más propicio bajo estas condiciones. Así que, aprovechando su posición de atacante, dedicó tiempo para prepararse y articular un conjunto de estrategias que sorprenderían a Darío pues, a la vez que rompía con sus tácticas tradicionales, terminaría por dividir los batallones de Darío en el campo de batalla, desarticulando su ofensiva. Darío terminaría por huir y, luego de varias batallas más, Alejandro terminaría derrotando a los persas y consolidando su imperio.
La guerra entre estos dos grandes estrategas arroja un sinnúmero de lecciones, entre las cuales podemos identificar con facilidad las que menciono a continuación:
- Ante todo, conoce a tu enemigo. Conoce sus patrones, sus modelos de pensamiento y de actuación; sus fortalezas y debilidades.
- Al mismo tiempo, diseña tu estrategia y busca competir en un terreno que favorezca y potencie el uso de tus recursos, destrezas y modelos.
- Muévete un paso más allá: puesto que no siempre podrás elegir el escenario competitivo, procura moldear el terreno para que éste favorezca tus estrategias.
- Al mismo tiempo, y tal como hizo Alejandro, conviene que te abras a las opciones de dejar a un lado lo que han sido tus tradicionales formas de competir, y diseña nuevas estrategias que procuren llevarte al éxito ante las nuevas realidades.
- Prepárate para diversos escenarios de ataque y de respuesta por la otra parte: es muy probable que enemigo haga igual que tú y cambie sus estrategias de forma sorpresiva. Por lo tanto, elabora y prueba diversos escenarios, y prepara a tu equipo para desenvolverse competitivamente en cualquiera de ellos.
Este énfasis en la preparación y la práctica me trae al recuerdo las estrategias de ese gran jugador de baloncesto de los Celtics de Boston, Larry Bird. Bird jugó 13 temporadas con los Celtics, y fue seleccionado al equipo todos estrella (All-Star Team) en 12 de esas 13 temporadas.
Entre muchos de sus atributos y condiciones como jugador, dos características de Larry Bird se destacan de manera preponderante. La primera, evidente para todos quienes tuvimos la oportunidad de verlos jugar (y, en mi caso, de simpatizar por su equipo): su velocidad y plena atención para pensar estratégicamente, para articular estrategias, llevándolas a la acción de forma ágil y efectiva. Esta sería una primera lección para emular en tu empresa y, por qué no, en todos los aspectos de tu vida.
En segundo lugar, y ésta es la que siempre me ha impresionado más, Bird era obsesivo en su cuidado por los detalles y la preparación anticipada (valga la redundancia). Cuando Bird tenía un partido por delante, llegaba a la arena mucho antes que los demás jugadores. Generalmente el estadio estaría cerrado y las luces apagadas a esa hora. Bird solicitaba el acceso, pedía encender las luces (si fuera yo, quizás me harían pagar por el consumo de energía adicional, no creo que a Bird le hayan cobrado ese diferencial), y se disponía a practicar.
¿Qué hacía Bird en ese momento? Simplemente, trabajar estratégicamente… practicaba insistentemente lanzando el balón desde todos los ángulos posibles en la cancha. Cuentan que Bird procuraba “aprenderse” el terreno desde todos esos ángulos. Tomaba puntos de referencias con los anuncios comerciales colocados alrededor de la cancha, para saber en cada momento, durante el juego, dónde se encontraba, dónde estaba el canasto, aun cuando él estuviera de espaldas a éste.
Y ahí está la segunda lección: nunca es suficiente tener estrategias impecables, nunca es suficiente tener las capacidades de pensar ágilmente y articular estrategias con rapidez; no es suficiente ser el primero en tu juego. Siempre, siempre, siempre, debes practicar, superarte, explorar el terreno, hacer al terreno uno contigo, incorporarlo, comprenderlo a ciegas.
Y esto me recuerda a Michael Jordan. Mucha gente piensa que Jordan siempre fue la gran estrella, incluso que nació con unas condiciones y aptitudes únicas. Que estaba, en cierta forma, predestinado y genéticamente dotado para ser un atleta sin igual. La realidad dista de estos supuestos.
En su segundo año de secundaria, el joven Michael aspiraba a ser parte del equipo de su escuela, en ese momento, su estatura era de 5’ 10” y su físico no estaba en las mejores condiciones, en especial cuando se le comparaba con sus compañeros. Cuentan que tampoco eran destacables sus destrezas en el juego. Así que sus aspiraciones se vieron frustradas, y Michael terminó llorando amargamente esta realidad.
Muchos dicen que fue su padre quien le ayudó a llegar a ese momento de verdad consigo mismo, cuando le hizo comprender que él debía ir más allá, entrenar más fuerte, entrenar más horas, fortalecer su cuerpo, incrementar sus destrezas… en otras palabras: dar el extra, para llegar a ser extraordinario.
Jordan llegó a practicar horas interminable en el canasto que su padre le colocó en el frente de su casa, al punto de practicar tiros y tiros con los ojos vendados y las luces apagadas.
El resto, es historia.
Lo que nos recuerda esta anécdota, entre otras cosas, es que lo extraordinario no se consigue únicamente con la intención. La intención es el primer paso; la visión clara de la meta conseguida es el segundo. Pero el tesón, la disciplina, el caer para levantarse, eso es lo que hace a los grandes campeones. Asimismo, ese trabajo incansable para conseguir el objetivo trazado, la disciplina para ir cada día un paso más allá y para instaurar una constancia casi obsesiva en el camino hacia el resultado deseado, ésos son grandes secretos del éxito competitivo que, indudablemente, separan lo ordinario de lo extraordinario.
Alejandro Magno, Larry Bird, Michael Jordan no son seres que nacieron superdotados y predestinados al éxito competitivo. Probablemente tú y tu empresa tampoco. Lo cierto es que la capacidad de pensar estratégicamente, de desarrollar alternativas, de trabajar arduamente, y de insistir hasta la saciedad en el logro de la meta los llevaron al tope en sus propósitos.
«Puedo aceptar el fracaso, todo el mundo falla en algo. Pero no puedo aceptar no intentarlo».
«Siempre he creído que si te esfuerzas, los resultados llegarán».
«He fallado más de 9,000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 juegos. En 26 ocasiones, se me ha confiado el tiro ganador y he fallado. He fallado una y otra y otra vez en mi vida. Y es por eso que tengo éxito «.
Michael Jordan
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Mi agradecimiento al P. Manuel Maza Miquel, S.J., con quien tuve la oportunidad de conocer los detalles estratégicos de la batalla de Gaugamela.